Hipólito Pecci Tenrero
Hace alrededor de unos doce mil años Europa y el
mundo asistieron a un nuevo cambio climático que supondría el final de una
etapa y el comienzo de una época nueva, cuyo punto de ruptura se produjo con el
fin de la última glaciación.
Con el término de la última glaciación que hasta
el momento ha padecido la Tierra, conocida como Würm en Europa o Wisconsin en
América, y datada entre unos cien mil y diez mil años aproximadamente, todo
cambió gradualmente, dándose por concluido el periodo Pleistoceno, que había
despuntado más o menos unos dos millones de años antes y que también pondría
fin al Paleolítico.
Como producto de estas mutaciones, poco o poco
va floreciendo un nuevo paisaje que implicaba la desaparición de diferentes
especies animales, oso de las cavernas, mamuts,
etc., mientras que otras, debido a su profunda
adaptación al medio, se vieron forzadas a acompañar a los hielos en su retirada
y el hueco dejado en el nicho ecológico es ocupado por nuevas especies
acomodadas a la situación climatológica y al paisaje que ahora comienza a
germinar.
De la misma forma, con estas transformaciones se
dejarían atrás paulatinamente los tipos de vida que habían pervivido durante
milenios, para dar paso de una manera gradual a un nuevo comportamiento dentro
de los grupos humanos que les iría acercando hacia las sociedades sedentarias
que aparecerían algunos milenios después.
La transición entre los dos “mundos”, el mundo
paleolítico glaciar y el nuevo mundo que ahora se abría, sería testigo del
surgimiento de nuevas técnicas pictóricas que se hicieron evidentes en los
tipos de representaciones parietales que nacerían y se desarrollarían en estos
momentos.
Una de estos nuevos métodos usados para plasmar
la vida en las paredes de las cuevas y abrigos floreció en la zona oriental de
la Península Ibérica, con un tipo de arte, fundamentalmente pictórico, que se
extendería desde Cataluña, con muestras en Lérida, pasando por diferentes zonas
de Aragón, particularmente en Huesca y Teruel, Cuenca,
Albacete y Murcia, hasta llegar a Almería, si
bien, el núcleo más importante poseedor de estas obras de arte se concentraría
en tierras de Castellón y Valencia, en donde son célebres los abrigos
localizados en el Barranco de la Valltorta o el Macizo del Caroig entre otros.
Debido a su difusión geográfica, y con el fin de
ser diferenciado de las representaciones existentes en el norte de la Península
Ibérica y el suroeste de Francia, este arte recibió la denominación de Arte
Levantino.
Los primeros descubrimientos de Arte levantino
se realizaron a finales del siglo XIX y principios del siglo siguiente en
Cataluña y Aragón (Fig. 1,Cueva de La Saltadora, Barranco de Valltorta. Vinromá, Castellón);
no obstante, estos hallazgos no respondían al hecho de que
no se conociera hasta ese momento su existencia, pues es más que probable que
las poblaciones antiguas tuvieran ya constancia de las pinturas, si bien no se
les habría dado la importancia que tienen en la actualidad. Desde ese mismo momento se inició un acalorado
debate por conocer su ubicación cronológica, ya que en un primer momento se
especulaba con la posibilidad de que se encontrara dentro del arte del periodo
paleolítico teniendo, quizás, alguna influencia de grupos africanos, aunque no
se sabe muy bien si se trataría de aporte de componentes humanos o una difusión
de ideas provenientes del norte del continente. En la actualidad esta idea está
totalmente descartada ya que es difícil saber como podrían haber llegado desde
el continente africano.
Según fueron avanzando los estudios y las
investigaciones, los especialistas comenzaron a barajar la idea que defendía la
hipótesis por la cual el arte rupestre levantino se encontraba dentro de fechas
epipaleolíticas y mesolíticas, es decir, el período intermedio entre la
conclusión del Paleolítico y el inicio del Neolítico, con unos cinco mil años
de duración aproximadamente, e incluso se especuló con la posibilidad de
relacionarlas con dataciones neolíticas.
En conclusión, hablaban de un periodo de tiempo
cuyas dataciones se moverían en torno al VII y el IV m. a. C., finalizando este
espacio hacia el comienzo de la Edad de los Metales, durante la etapa del
Calcolítico o Eneolítico, cuando el arte levantino daría paso a un nuevos “movimientos
artísticos” motivados por aportes de nuevas comunidades humanas.
No obstante, algunos investigadores actuales
apoyándose en diferentes descubrimientos
arqueológicos, vuelven a retomar la idea
paleolítica y hablan de dilatar en el tiempo la aparición de este arte, situando
sus inicios en las postrimerías de la glaciación, unos 13/12000 años, lo que
defendería la suposición de una corriente que no está influida por la
desaparición de los hielos y el cambio del clima sino que sería parte del arte
de los grupos paleolíticos.
De todos modos, la idea de una arte que se
formaría tras la etapa paleolítica, sigue siendo la opinión más valorada hasta
el momento.
Si el surgimiento plantea muchísimos problemas,
lo que sí tiene una aceptación mayoritaria es el hecho de su conclusión,
habiéndose sucedido al principio de la conocida como Edad de los Metales,
durante el Calcolítico o Eneolítico, también conocido como la Edad del Cobre,
cuando algunos investigadores señalan que en este momento las representaciones
levantinas darían paso al arte esquemático, aunque la mayoría piensa que se
trataría de dos corrientes diferentes que habrían tenido una existencia
paralela durante un periodo de tiempo.
En la actualidad esta representación artística
de los grupos asentados en estas zonas ha adquirido una importancia tal, que
durante la década de los noventa del siglo XX fueron declarados Patrimonio de
la Humanidad.
No sólo la cronología era un foco de
enfrentamientos, del mismo modo era causa de conflictos el propio significado
de las pinturas, puesto que existían divergencias en cuanto a lo que querían
mostrar, y, mientras unos investigadores defendían su carácter religioso o su
relación con la magia, en muchos casos llegando a propugnar que en estos momentos
se estaría produciendo una metamorfosis en la religiosidad de los pobladores de
la zona, otros pugnaban por imponer unas ideas básicamente naturalistas.
El soporte del arte levantino se sitúa en las
paredes de los abrigos u oquedades que se localizan en las zonas montañosas del
interior, y por tanto normalmente ubicados lejos de los lugares de
asentamiento; en muchos casos con poca profundidad, no llegando a los diez
metros, por lo que se hallan permanentemente a merced de la climatología.
A diferencia del arte rupestre del norte
peninsular, el levantino relata abundantes escenas en las que todo el
protagonismo lo asume la figura humana, exhibiéndose bien de forma aislada, o bien
durante el fragor de un acontecimiento, modelada con trazos finos y
estilizados, sin pararse a mostrar con detalle los rasgos corporales.
Fundamentalmente el papel preponderante lo
ostentan las representaciones masculinas, en algunos casos mostrando diferentes
adornos corporales, si bien, también aparecen algunas imágenes femeninas que
pueden presentarse vestidas de cintura para abajo portando faldas acampanadas.
En las escenas no han desaparecido las
representaciones animales, ya que se ven numerosos ciervos, corzos, cápridos y
bóvidos, aunque la forma de encarnarlos se modifica ya que se intenta plasmar
tal como se percibe, y si no se consigue mostrar la figura en tres dimensiones,
aparece su contorno y sus peculiaridades, procurando ser lo más exactos
posibles con el fin de identificar al animal sin ningún problema.
Huelga decir que todas estas escenificaciones se
muestran sobre un fondo rocoso, sin recoger ningún tipo de vegetación ni
paisaje.
Se narran acontecimientos típicos, cotidianos, la forma de vida propia del momento, caza, recolección de frutos y semillas,
actos que quizás representan algún tipo de ritual, danzas, etc. (Fig. 2 y 3, Recolección de la Miel. Cueva de la Araña. Bicorp, Valencia) que puede
hacer comprender en la actualidad la situación de las poblaciones del pasado,
todo ello en colores predominantemente rojos y negros, y en algunos casos
aprovechando las imperfecciones del fondo rocoso. Se tiende a representar las
escenas lo más naturales posibles, por lo que la inmensa mayoría de las figuras
indeterminadas que aparecían en la zona cantábrica y en Francia, aquí ya se
desvanecen.
Castellón posiblemente es la zona en que existe
mayor densidad de ocupación de pinturas levantinas en los abrigos (Figura 4. Cueva de los Caballos. Barranco de Valltorta. Vinromá, Castellón) Alberto Roda
descubrió hacia el año 1917 diversos grupos de arte levantino en el barranco de
la Valltorta, situado en Castellón, con numerosas escenas de representaciones
humanas, simbolizando rituales, danzas y escenas de caza, diseminadas por
abrigos de todo el barranco; en total aparecen unas veinte zonas conteniendo
paneles con pinturas, siendo muy importante, y quizás la más conocida de la
zona, la Cueva de los Caballos, que posee más o menos medio centenar de
representaciones, varias de ellas escenas de caza.
La Cueva Remigia, también localizada en
Castellón, en el interior del barranco de la Gallusa, posee lo que muchos
investigadores creen que son las escenas más brillantes de todo el arte
levantino, habiendo sido también sido declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Contiene escenas tanto animales, toros, jabalíes, cápridos, etc., como humanas,
en ocasiones formando una única narración y en otras componiendo paneles aislados.
En la provincia de Valencia se encuentran Las
Cuevas de la Araña, declaradas Patrimonio de la Humanidad a finales del siglo
XX, están constituidas por diversos abrigos, en total tres, que se localizan en
el municipio de Bicorp.
Sus pinturas se descubrieron en los años veinte
del siglo pasado y se consideran uno de los mejores ejemplos de arte levantino,
conteniendo entre otras escenas narraciones de persecución y cacería de varios
animales y una representación que apenas se exhibe en otras cuevas o abrigos de
la geografía peninsular, y no es otra que una figura llevando a cabo la recolección de la miel, para lo que
parece usar una escala con el fin de poder acceder al panal, y un cesto en
donde recolecta el producto mientras diversas abejas rondan a su alrededor.
Otra estación de arte levantino, que de la misma
forma ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad, es el Abrigo del Voro,
situado en Quesa, Valencia, y descubierto en 1972. Las pinturas de sus paneles se
encuentran en buen estado de conservación, si bien, habría que hacer mención
especial de un grupo de arqueros, creados utilizando únicamente pigmentos
rojizos, que se hallan en proceso de llevar a cabo alguna acción, bien andar,
guerrear, cazar, etc.
Se han citado algunos de los modelos de arte
levantino más representativos, pero existen muchísimos en toda la zona mediterránea
de la Península que merecen ser mencionados por la importancia y belleza de sus
obras artísticas.
El arte Levantino no sólo ha conseguido
salvaguardarse y mantenerse más o menos intacto en las pequeñas cavidades de la
región levantina, de algún modo ha permanecido intacto en la conciencia humana
para poder volver a ser reflejado en las obras artísticas de la actualidad.
Bibliografía
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