lunes, 26 de agosto de 2013



Hipólito Pecci Tenrero





Hace alrededor de unos doce mil años Europa y el mundo asistieron a un nuevo cambio climático que supondría el final de una etapa y el comienzo de una época nueva, cuyo punto de ruptura se produjo con el fin de la última glaciación.

Con el término de la última glaciación que hasta el momento ha padecido la Tierra, conocida como Würm en Europa o Wisconsin en América, y datada entre unos cien mil y diez mil años aproximadamente, todo cambió gradualmente, dándose por concluido el periodo Pleistoceno, que había despuntado más o menos unos dos millones de años antes y que también pondría fin al Paleolítico.

Como producto de estas mutaciones, poco o poco va floreciendo un nuevo paisaje que implicaba la desaparición de diferentes especies animales, oso de las cavernas, mamuts,

etc., mientras que otras, debido a su profunda adaptación al medio, se vieron forzadas a acompañar a los hielos en su retirada y el hueco dejado en el nicho ecológico es ocupado por nuevas especies acomodadas a la situación climatológica y al paisaje que ahora comienza a germinar.

De la misma forma, con estas transformaciones se dejarían atrás paulatinamente los tipos de vida que habían pervivido durante milenios, para dar paso de una manera gradual a un nuevo comportamiento dentro de los grupos humanos que les iría acercando hacia las sociedades sedentarias que aparecerían algunos milenios después.

La transición entre los dos “mundos”, el mundo paleolítico glaciar y el nuevo mundo que ahora se abría, sería testigo del surgimiento de nuevas técnicas pictóricas que se hicieron evidentes en los tipos de representaciones parietales que nacerían y se desarrollarían en estos momentos.

Una de estos nuevos métodos usados para plasmar la vida en las paredes de las cuevas y abrigos floreció en la zona oriental de la Península Ibérica, con un tipo de arte, fundamentalmente pictórico, que se extendería desde Cataluña, con muestras en Lérida, pasando por diferentes zonas de Aragón, particularmente en Huesca y Teruel, Cuenca,

Albacete y Murcia, hasta llegar a Almería, si bien, el núcleo más importante poseedor de estas obras de arte se concentraría en tierras de Castellón y Valencia, en donde son célebres los abrigos localizados en el Barranco de la Valltorta o el Macizo del Caroig entre otros.

Debido a su difusión geográfica, y con el fin de ser diferenciado de las representaciones existentes en el norte de la Península Ibérica y el suroeste de Francia, este arte recibió la denominación de Arte Levantino.

Los primeros descubrimientos de Arte levantino se realizaron a finales del siglo XIX y principios del siglo siguiente en Cataluña y Aragón (Fig. 1,Cueva de La Saltadora, Barranco de Valltorta. Vinromá, Castellón);
no obstante, estos hallazgos no respondían al hecho de que no se conociera hasta ese momento su existencia, pues es más que probable que las poblaciones antiguas tuvieran ya constancia de las pinturas, si bien no se les habría dado la importancia que tienen en la actualidad.  Desde ese mismo momento se inició un acalorado debate por conocer su ubicación cronológica, ya que en un primer momento se especulaba con la posibilidad de que se encontrara dentro del arte del periodo paleolítico teniendo, quizás, alguna influencia de grupos africanos, aunque no se sabe muy bien si se trataría de aporte de componentes humanos o una difusión de ideas provenientes del norte del continente. En la actualidad esta idea está totalmente descartada ya que es difícil saber como podrían haber llegado desde el continente africano.

Según fueron avanzando los estudios y las investigaciones, los especialistas comenzaron a barajar la idea que defendía la hipótesis por la cual el arte rupestre levantino se encontraba dentro de fechas epipaleolíticas y mesolíticas, es decir, el período intermedio entre la conclusión del Paleolítico y el inicio del Neolítico, con unos cinco mil años de duración aproximadamente, e incluso se especuló con la posibilidad de relacionarlas con dataciones neolíticas.

En conclusión, hablaban de un periodo de tiempo cuyas dataciones se moverían en torno al VII y el IV m. a. C., finalizando este espacio hacia el comienzo de la Edad de los Metales, durante la etapa del Calcolítico o Eneolítico, cuando el arte levantino daría paso a un nuevos “movimientos artísticos” motivados por aportes de nuevas comunidades humanas.

No obstante, algunos investigadores actuales apoyándose en diferentes descubrimientos

arqueológicos, vuelven a retomar la idea paleolítica y hablan de dilatar en el tiempo la aparición de este arte, situando sus inicios en las postrimerías de la glaciación, unos 13/12000 años, lo que defendería la suposición de una corriente que no está influida por la desaparición de los hielos y el cambio del clima sino que sería parte del arte de los grupos paleolíticos.

De todos modos, la idea de una arte que se formaría tras la etapa paleolítica, sigue siendo la opinión más valorada hasta el momento.

Si el surgimiento plantea muchísimos problemas, lo que sí tiene una aceptación mayoritaria es el hecho de su conclusión, habiéndose sucedido al principio de la conocida como Edad de los Metales, durante el Calcolítico o Eneolítico, también conocido como la Edad del Cobre, cuando algunos investigadores señalan que en este momento las representaciones levantinas darían paso al arte esquemático, aunque la mayoría piensa que se trataría de dos corrientes diferentes que habrían tenido una existencia paralela durante un periodo de tiempo.

En la actualidad esta representación artística de los grupos asentados en estas zonas ha adquirido una importancia tal, que durante la década de los noventa del siglo XX fueron declarados Patrimonio de la Humanidad.

No sólo la cronología era un foco de enfrentamientos, del mismo modo era causa de conflictos el propio significado de las pinturas, puesto que existían divergencias en cuanto a lo que querían mostrar, y, mientras unos investigadores defendían su carácter religioso o su relación con la magia, en muchos casos llegando a propugnar que en estos momentos se estaría produciendo una metamorfosis en la religiosidad de los pobladores de la zona, otros pugnaban por imponer unas ideas básicamente naturalistas.

El soporte del arte levantino se sitúa en las paredes de los abrigos u oquedades que se localizan en las zonas montañosas del interior, y por tanto normalmente ubicados lejos de los lugares de asentamiento; en muchos casos con poca profundidad, no llegando a los diez metros, por lo que se hallan permanentemente a merced de la climatología.

A diferencia del arte rupestre del norte peninsular, el levantino relata abundantes escenas en las que todo el protagonismo lo asume la figura humana, exhibiéndose bien de forma aislada, o bien durante el fragor de un acontecimiento, modelada con trazos finos y estilizados, sin pararse a mostrar con detalle los rasgos corporales.

Fundamentalmente el papel preponderante lo ostentan las representaciones masculinas, en algunos casos mostrando diferentes adornos corporales, si bien, también aparecen algunas imágenes femeninas que pueden presentarse vestidas de cintura para abajo portando faldas acampanadas.

En las escenas no han desaparecido las representaciones animales, ya que se ven numerosos ciervos, corzos, cápridos y bóvidos, aunque la forma de encarnarlos se modifica ya que se intenta plasmar tal como se percibe, y si no se consigue mostrar la figura en tres dimensiones, aparece su contorno y sus peculiaridades, procurando ser lo más exactos posibles con el fin de identificar al animal sin ningún problema.

Huelga decir que todas estas escenificaciones se muestran sobre un fondo rocoso, sin recoger ningún tipo de vegetación ni paisaje.

Se narran acontecimientos típicos, cotidianos, la forma de vida propia del momento, caza, recolección de frutos y semillas, actos que quizás representan algún tipo de ritual, danzas, etc. (Fig. 2 y 3, Recolección de la Miel. Cueva de la Araña. Bicorp, Valencia) que puede hacer comprender en la actualidad la situación de las poblaciones del pasado, todo ello en colores predominantemente rojos y negros, y en algunos casos aprovechando las imperfecciones del fondo rocoso. Se tiende a representar las escenas lo más naturales posibles, por lo que la inmensa mayoría de las figuras indeterminadas que aparecían en la zona  cantábrica y en Francia, aquí ya se desvanecen.
Castellón posiblemente es la zona en que existe mayor densidad de ocupación de pinturas levantinas en los abrigos (Figura 4. Cueva de los Caballos. Barranco de Valltorta. Vinromá, Castellón) Alberto Roda descubrió hacia el año 1917 diversos grupos de arte levantino en el barranco de la Valltorta, situado en Castellón, con numerosas escenas de representaciones humanas, simbolizando rituales, danzas y escenas de caza, diseminadas por abrigos de todo el barranco; en total aparecen unas veinte zonas conteniendo paneles con pinturas, siendo muy importante, y quizás la más conocida de la zona, la Cueva de los Caballos, que posee más o menos medio centenar de representaciones, varias de ellas escenas de caza.

La Cueva Remigia, también localizada en Castellón, en el interior del barranco de la Gallusa, posee lo que muchos investigadores creen que son las escenas más brillantes de todo el arte levantino, habiendo sido también sido declaradas Patrimonio de la Humanidad. Contiene escenas tanto animales, toros, jabalíes, cápridos, etc., como humanas, en ocasiones formando una única narración y en otras componiendo paneles aislados.

En la provincia de Valencia se encuentran Las Cuevas de la Araña, declaradas Patrimonio de la Humanidad a finales del siglo XX, están constituidas por diversos abrigos, en total tres, que se localizan en el municipio de Bicorp.
Sus pinturas se descubrieron en los años veinte del siglo pasado y se consideran uno de los mejores ejemplos de arte levantino, conteniendo entre otras escenas narraciones de persecución y cacería de varios animales y una representación que apenas se exhibe en otras cuevas o abrigos de la geografía peninsular, y no es otra que una figura llevando a cabo la recolección de la miel, para lo que parece usar una escala con el fin de poder acceder al panal, y un cesto en donde recolecta el producto mientras diversas abejas rondan a su alrededor.
Otra estación de arte levantino, que de la misma forma ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad, es el Abrigo del Voro, situado en Quesa, Valencia, y descubierto en 1972. Las pinturas de sus paneles se encuentran en buen estado de conservación, si bien, habría que hacer mención especial de un grupo de arqueros, creados utilizando únicamente pigmentos rojizos, que se hallan en proceso de llevar a cabo alguna acción, bien andar, guerrear, cazar, etc.

Se han citado algunos de los modelos de arte levantino más representativos, pero existen muchísimos en toda la zona mediterránea de la Península que merecen ser mencionados por la importancia y belleza de sus obras artísticas.

El arte Levantino no sólo ha conseguido salvaguardarse y mantenerse más o menos intacto en las pequeñas cavidades de la región levantina, de algún modo ha permanecido intacto en la conciencia humana para poder volver a ser reflejado en las obras artísticas de la actualidad.



Bibliografía



Aparicio Pérez, J; Messeguer Folch, V.; Rubio Gomis, F; El primer arte valenciano II: el arte rupestre levantino. Instituto Valenciano para el Estudio y Protección del Patrimonio Histórico-Artístico y Arqueológico.1982.



Concejalía de Cultura Del Excmo. Ayuntamiento de Valencia. Cronología del arte rupestre levantino. Serie Arqueológica / Real Academia de Cultura Valenciana, Sección de Prehistoria y Arqueología; 17.1999.



Mateo Saura, M. A.; La llamada "Fase Pre-Levantina" y la cronología del Arte Rupestre levantino: una revisión crítica. Trabajos de Prehistoria. 2002.



Mateo Saura, M. A.; El arte levantino: primer testimonio gráfico del contacto del hombre con la tierra. Revista Murciana de Antropología. 2005.



Ripoll Perelló, E.; Pinturas rupestres de la Gallusa (Castellón). Ed. Diputación. 1963.